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La práctica del Aliento Experimentable reporta múltiples beneficios. Para empezar, te ayuda a encontrar tu ritmo respiratorio, lo que, sin duda, trae equilibrio.

Si lo piensas, te das cuenta de que el equilibrio entre el dar y el recibir es la base de la buena vida.

Con el Aliento Experimentable la mejora física no va unida al dolor. Justo al contrario, se aprende a prestar más atención al cuerpo, a escucharlo, a fiarse de él. A darle descanso cuando lo necesita.

Yo he aprendido a desenvolverme de una manera más cómoda y efectiva. A mostrarme más segura. Y sobre todo, -si tuviera que resumirlo en una sola frase- el Aliento Experimentable me ha traído alegría.